Imagen de perfilTORMENTA INTERIOR

Eva María Algar García 

Llovía a cántaros. Desde la ventana, Mario observaba a los viandantes batirse en duelo contra el viento, esgrimiendo inútilmente sus paraguas. Las gotas de lluvia golpeaban los cristales pretendiendo atravesarlos, cubriéndolos de lágrimas que, abatidas, resbalaban sin lograrlo.
Melancólico como el cielo, Mario lamentaba haberse dedicado a la abogacía contraviniendo los deseos de su padre, al que tanto decepcionó. Ahora, demasiados problemas le impedían conciliar el sueño: debía mendigar sus honorarios, que apenas cubrían todos sus gastos, la clientela escaseaba, los pleitos se eternizaban…
Volvió quedamente al escritorio y miró taciturno su fotografía de bodas. La extravagante camisa que lucía su marido le hizo sonreír y recordó lo mucho que significó para ellos aquel día. Comprendió entonces que nadie mejor que él, miembro de una comunidad estigmatizada, podría defender los derechos heridos de los más vulnerables.
Aquiescente, la tormenta cesó y dedicó a Mario un brillante y hermoso arco iris.

 

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