Imagen de perfilEl envés del olvido

Marta Trutxuelo García 

Abro la puerta y cierro los ojos esperando, al volver a abrirlos, encontrarte, como antaño, sentado frente a tu mesa de trabajo, con tu mente sumergida en cotejar pruebas, tus manos entregadas al baile con documentos y expedientes. Tras el umbral, tú, en la mecedora, las manos ociosas y los ojos ausentes. Sonríen tus labios cuando atuso tus sienes plateadas. «Adoro el envés de tu aroma», susurras, sin delinquir en falsos halagos. Hoy olvidaste mi nombre y tampoco lo recordarás mañana. Con la mirada tan lluviosa como la mañana evoco el día en que emitiste el pronunciamiento más inquietante de tu carrera. Eras ya consciente de los síntomas del olvido: las llaves, las gafas, nuestro aniversario… Antes de que la medicina dictara su sentencia, tú, mi buen juez, decidiste la tuya. Yo ofrecí asilo a tu renuncia laboral, memoria con aroma a nuestra vida, seré el envés de tu olvido.

 

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