Me llamo Atlas.
Alejandra Rusell GiráldezMi carta de renuncia y una copia de la denuncia, eran lo último que se esperaba.
El que había sido mi jefe hasta, hacía unos segundos, mostró estupefacción, o tal vez ira. No sé, todavía no identifico muy bien las emociones.
No tuve alternativa. En el contrato se reflejaban de forma clara, cuales serían mis funciones en el bufete. Transcripción de testamentos ológrafos, organizar agenda, atención telefónica y conducir el auto de la empresa.
Pronto se sorprendieron de mi gran eficacia y quisieron ampliar mis servicios, pero de forma poco legal. Sin hacer los cambios pertinentes en mi contrato.
Además, en mis instrucciones, no pone nada de ser utilizada par labores domésticas los fines de semana, para eso no he sido creada.
Ah, y no me vuelvas a regalar flores, le espeté. No pienso retirar la denuncia. Fueron mis últimas palabras antes de ser desconectada…
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Buen relato de ciencia-ficción, amiga.
Tienes mi voto.
Muchas gracias, un besiño.
Las máquinas son eficaces; algunos individuos aprovechados. Los creadores deben tenerlo en cuenta, para incluir en la programación un sistema antiexplotación. No sabemos si las máquinas llegarán a tener derechos, lo que sí que deberían tener son límites legales en cuanto a su utilización.
Un abrazo y suerte, Alejandra
Gracias por tus palabras Ángel. Un abrazo.
Buen trabajo, Alejandra.
Votado.
Mil gracias David!!
Enhorabuena, Alejandra. Buen relato y con un sorprendente final.
Ahí va mi voto. Suerte.
Gracias Juan Carlos por leerme y comentar. Un abrazo.
Hay cosas que no cambian, ¡lástima!