Imagen de perfilMora por amor

Jesús Caro Aguilera 

El litigio, que venía por una reforma calificada de “barbarie arquitectónica”, no parecía tener nada especial para los abogados de las partes, o eso pensaron hasta que se vieron por primera vez. Entonces saltaron chispas, aunque ninguno se atrevió a demostrarlo. Diestros en las artes del derecho pero incapaces en las del amor, escondieron sus ganas tras un interés exagerado por discutir cada término, y durante horas abrieron nuevas variables y plantearon cláusulas imposibles para alargar el tiempo juntos. Los litigantes, alarmados con que el problema se hacía peor que el que ya tenían, decidieron finalizar el conflicto de forma rápida. Pero los abogados no se levantaron, sino que continuaron hablando del caso hasta que les cerraron el despacho, y siguieron luego en un bar, y en el taxi, en la cama, durante el fin de semana y aun muchos años después en las tardes luminosas de jardín y juegos.

 

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