Imagen de perfilContrato de alquiler

María Luz Sánchez Pareja · Benidorm 

Habla acalorado, a gritos, y me cuesta entenderle. De su discurso solo pillo palabras sueltas: zopenco, barbarie, ¿cuñado? … En la mano lleva un papel que agita sin parar y que no logro que suelte para echarle un vistazo.
Poco a poco, con esfuerzo, empiezo a hilar la trama. Hace un año y, después de una gran reforma, alquiló una casa a un simpático joven que tenía nómina y trabajo fijo en el zoológico. Su cuñado, con dos años de Derecho, redactó el contrato en el bar donde jugaban al dominó cada tarde y, con la última copa de coñac, se añadió la cláusula de admisión de animales: un hurón.
Y ahora, a punto de finalizar el contrato, el arrendatario se acoge a esa cláusula especial para amenazar con meter un león si no se le rebaja el alquiler. Porque su cuñado, «ese grandísimo inútil´´, se equivocó de animal.

 

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