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David Gómez Vázquez · San Fernando 

La última reforma no contemplaba el endurecimiento de las penas y me agarré a la norma como a un clavo ardiendo. A pesar de las lesiones que había provocado a sus compañeros de clase, mi cliente era menor de edad y debía recibir un trato especial. Al finalizar la vista, dejé claro a los progenitores la cláusula que permitía a su hijo librarse del centro de menores. En ningún caso puede repetirse otro episodio de violencia. Los padres, con lágrimas en los ojos, estuvieron largo rato mostrándome su agradecimiento. Recuerdo volver a casa satisfecho por mi trabajo. Días después me encontraba cocinando mientras veía la televisión. La emisión fue interrumpida debido a un tiroteo en un colegio cercano. Una masacre con veinte muertos. Al ver la foto del responsable de aquella barbarie se me heló el corazón. Ese menor quedó libre gracias a mi trabajo, del que recuerdo estuve satisfecho.

 

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