Casposo
Anselmo Carrasco MerloAquel hombre esperaba paciente en los pasillos de los juzgados. Su traje lleno de caspa hacía presentir que estaba fabricado con un tejido parecido a la borra, anticuado, deslucido y grasiento. Su aspecto astroso me llevó a deducir que era la persona demandante. Me senté frente a él y decidí esperar a su abogado para intentar llegar a un acuerdo. Me fijé en el agujero de su zapatilla izquierda, negra, haciendo visible su dedo gordo abriéndose paso a través del calcetín. Un hombre elegante llegó a su encuentro. Me dirigí al compañero presentándome como el letrado de la compañía aseguradora que contrató con su cliente el seguro a todo riesgo.
—No, no, se equivoca, mi abogado es él— dijo señalando al señor desaliñado.
Sorprendente, el individuo que tenía enfrente todo el tiempo era el que trataba de preservar los intereses del asegurado. Consiguió la mejor indemnización posible en el juicio.
+17
Queremos saber tu opinión
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Los refranes, que son sabios, dicen que el hábito no hace al monje. También, que las apariencias engañan. El aspecto desaliñado no habla bien de este abogado, desde luego, aunque también indica que, por contra, su elocuencia y buen hacer debieron de causar tan grata impresión que superó todo los demás detalles.
Un relato que indica que, a veces, la vida nos da sorpresas.
Un saludo y suerte, Anselmo
Gracias, Ángel. Efectivamente hay personas a las que hay que conocer más, no fijarnos en las apariencias.
Muchas gracias, un saludo
Original relato y muy bien escrito. Las apariencias siempre engañan, incluso cuando son verdad. Enhorabuena, mi voto y un saludo
Gracias Nicolás.
Las personas nos sorprenden y, en este caso, para bien, menos para el letrado que pierde el pleito. Un saludo .
…Pensé que el abogado que iba llegando era de oficio, pero el giro es fenomenal. Enhorabuena por tu relato, Anselmo. Mi voto y un saludo.
Muchas gracias. Agradezco tus palabras y me alegro de que te haya gustado.
Un saludo.
Me ha encantado tu relato Anselmo, tu forma de describir la situación me ha llevado literalmente a estar en ese pasillo, visualizando la escena, estando allí presente y jugando a imaginar igualmente que el apuesto caballero trajeado era el abogado. Es cierto que en infinidad de ocasiones nos dejamos llevar por las apariencias y jugamos a poner roles a cada persona y nos equivocamos muchas veces. El giro final me ha encantado y nos invita a reflexionar a que busquemos el motivo por el cual estamos acostumbrados a andar poniendo etiquetas por alguna razón, bien sea por su vestimenta, por su comportamiento o por su forma de hablar, y todo ello a voz de pronto y sin conocer en absoluto a la persona. Relato muy bien escrito, que transmite mucho y que además invita a la reflexión. Enhorabuena !!!
Gracias, María Amparo. Las etiquetas son un lastre a la hora de conocer a las personas. Es cierto que nuestros prejuicios y falsas percepciones nos pueden dar más de un disgusto.
Un saludo
Y no espabilamos. Cómo cuesta desprenderse de las ideas preconcebidas.
Buen relato.
Muchas gracias por tu comentario. Me alegro de que te haya gustado. Un saludo.