Imagen de perfilLa vejez del Abogado

Loreto Rodríguez Díaz · Asturias 

Me perdí por un momento. El pasillo terminaba en un ventanal. No sabía dónde estaba. La edad, pensé. Apoyé la frente en el vidrio, tratando de recordar. Fuera había una casa en ruinas; los muros sustentaban a duras penas unas vigas grisáceas por la intemperie, como costillas descarnadas, que el tejado hundido ya no alcanzaba a proteger. Habían condenado las ventanas y la puerta de acceso con tablones. Parecía ciega y moribunda bajo el tenue sol del invierno, pero una hiedra crecía vigorosa en un lateral de la casa; la abrazaban las hojas vivas, verdes, llenas de salud. La sostenían.
Noté un brazo bajo el mío. Una chica, preciosa, me sonreía. Se parecía a mi hermana Paz.
– Papá – dijo- Estabas aquí. Te vamos a tener que vigilar más. He ganado el juicio por aquel delito medioambiental; verás la sentencia.
No la conocía, pero me abrazó como la hiedra.

 

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