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José I Baile Ayensa 

La abogada observaba la lluvia golpear su ventana mientras abría la carpeta del caso. Era una mañana gris cuando aquella joven, con la sonrisa tímida, había entrado en su oficina buscando algo más que justicia; necesitaba amparo. Había sido humillada en el trabajo por su obesidad, aislada por el desprecio de quienes no veían más allá de su cuerpo.

Revisó con parsimonia las pruebas. Un estornudo le sacudió, como si el universo quisiera recordarle lo vulnerable que somos todos. Se enjugó la nariz con determinación, sabía que debía empezar con un enfoque distinto.

Al analizar los documentos, encontró el registro de correos internos; cada línea era un eco de hostilidad disfrazada de cortesía. Reunió pruebas, logró certificar la discriminación, y, en el juicio, su voz firme devolvió a la chica el respeto que le había sido negado. Al final, la justicia se reveló como un acto de valentía compartida.

 

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