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Germán Michoa Pinilla 

Elijo una roja y me la llevo a la boca intentando evocar los jugosos tomates del huerto de mi abuelo. «Yo prefiero una verde, con sabor a manzana» dice mi hija. Ese color me recuerda los grupos de conservación que aplastaba en todos los juicios donde defendía a la Gran Corporación. Cuando aquellos ecologistas intentaban boicotear nuestro negocio de sobreexplotación agropecuaria, desde mi bufete conseguíamos un cambio en la legislación del país en cuestión y conseguíamos promover nuestros negocios. Así, ganando mucho dinero, creía asegurar el futuro de mi familia. Ahora, en este mundo yermo, solo podemos alimentarnos con estas pastillas. «Tienen todos los nutrientes necesarios para sobrevivir» asegura la Gran Corporación. El sabor a carton me llena la boca. Mi hija mira fijamente como mastico. Con disimulo me doy la vuelta y la pena, que invade mis papilas gustativas, me devuelve el antiguo sabor de un tomate con sal.

 

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