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Miguel Ángel Roldán Tovar · México 

Adquirió al árbol sonante de iure en el mercado negro. Había tenido el valor de renunciar a una larga historia familiar de educación en medicina. Y quería ser el mejor abogado, a costa de todo.
Riéguelo con frecuencia y dará sus primeros códigos, y a nadie lo muestre, le advirtió el niñato que asistía al locatario.
Debía leer al menos una línea del trozo de la jurisprudencia o la doctrina impresa de la que deseara su información, para luego sembrarlo al pie del árbol y engullir sus brotes absorbiendo el conocimiento.
Se hizo el más innovador jurista. No había equidad, ganaba siempre. No había juez que no pillara en error del que sacara provecho.
Ahí estaba el padre, veinte años después. Había asistido a la audiencia para corroborar el talento de su hijo. El juez entró a la sala. Era el niñato aquel. El abogado empalideció, sabía todo perdido.

 

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