Imagen de perfilUN PARTICULAR DESAHUCIO

Julia Lucía Pariente 

Cuando entré en la cocina encontré encima de la mesa un sobre en blanco. Lo abrí y saqué el papel que contenía, arqueando la ceja incrédulo ante lo sorprendente de su contenido.

Mi hijo, mi propio hijo, ese adolescente al que hace no tanto tenía que mecer cada noche para apaciguar su llanto, me solicitaba de su puño y letra que le devolviera la posesión de su habitación y el “lanzamiento” inmediato, con la clara intención de que dejara de entrar en su cuarto a sus espaldas para poner un poco de orden en ese desastre.

Respiré hondo convencido de que tenía que gestionar aquella situación con el tono más amable posible. Definitivamente, los términos de aquella misiva confirmaban que mi mujer y yo habíamos hablado de trabajo más de la cuenta en las cenas familiares.

 

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