Imagen de perfilLa niña

Zuriñe Urrutia Gajate 

Mientras el abogado de la organización me explica, dirijo una mirada fugaz a mi hija. Se ha puesto a jugar en el suelo. Coge una piedra y la lanza con todas sus fuerzas. Corre, la coge, apunta y la vuelve a lanzar. No se cansa.
El abogado me habla en inglés y le sigo a medias. Le interrumpo porque la niña se ha alejado. La llamo y redirige sus proyectiles hacia nosotros.
Me habla de «peritar la necesidad caso por caso».
Miro a lo lejos y pienso en el ahorro de vidas que supondría que las personas fuéramos verdaderamente humanas.
Mi hija se apoya contra la valla. El abogado me avisa de que saltarla hoy se considera delito. «Cárcel», enfatiza, por si no le he entendido.
En Damasco yo también era abogada, pero eso fue en otra vida. Ahora solo me queda conseguir, como sea, un refugio para mi niña.

 

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