Clímax resolutivo.

Pedro Manuel García Ceberino · Badajoz 

Se abre el juicio, como se abre la boca para un primer beso de pasión lleno de flores y peces. En los primeros compases, todo marcha lento, cansino y cenagoso como un pegajoso catarro. El abogado defensor no se rinde, con suma paciencia aguarda y observa los prolegómenos, ensimismado, como si de quitarle la ropa a la justicia se tratase. En un mar de sábanas siempre se ha visto arrastrado a actuar; en demandas, por divorcios o por jurisdicciones territoriales (por supuesto, siempre a la moda de las últimas reformas legislativas) y aún le recorre la incertidumbre calenturienta de saber si llegará hasta el final. Entonces, le brilla la bombilla, ¡idea!, aprieta, y con todas sus fuerzas acompañadas de un poderoso grito se vacía en la victoria del pleito, con los últimos suspiros como premio, con la miel de la satisfacción brotando por cada uno de sus poros.

 

0 Votos

 

Queremos saber tu opinión