Celos

Víctor Manuel Hernández Bas · Redován (Alicante) 

Un catarro suyo era sinónimo de premio en forma de juguete, tebeo o pelota. Un catarro mío sin embargo, era el compañero ideal para cambiar otra bombilla, hacer una reforma en el desván, alimentar a los caballos… Ley de vida, lo llamaba mi madre. Visto lo visto, dejé de creer en las leyes a temprana edad. Pese a que éramos coetáneos jamás me dejaron jugar con él, en la mansión imperaban estrictas normas referentes al trato con la servidumbre. En el ocaso de un día cualquiera, me colé a hurtadillas en su habitación. Disfrazado con la toga de su padre, y sin salirse del papel que interpretaba, espetó: “¡Fuera de aquí plebeyo! ¡Este no es territorio de tu jurisdicción!” Abandoné su alcoba y continué realizando las labores domésticas que me habían encomendado. Trascurrida una hora, el alarido materno al descubrir su cadáver me hizo sentir el auténtico rey del caserón.

 

 

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