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Antonio José Bernal Martínez · Huelva  

Salí del Juzgado con cara de pocos amigos, deseando lanzarme al Mediterráneo. Conste en acta que no había sido mi día. Mi cliente, acusado de relevar dinero de verdad por billetes de Monopoly, no paraba de reprochar mi deplorable defensa. Quise correr, pero no pude. El cliente no paraba de cuestionarme y mi silencio no hacía sino excitarlo más, gritándome como mono de feria, invadiendo mi círculo más privado. No me estaría gritando si no se hubiera quedado con un dinero que no era suyo, pensé tratando de evadirme, pero no encontré forma de desprenderme de él hasta la puerta del despacho. No paraba de temblar y las llaves se me caían de las manos. El espectáculo era lamentable. No quería mirar a mi alrededor; ni quería ver a nadie ni que nadie me viera. Logré escapar para entrar en el ascensor y, allí, en el espejo, estaba él. Mirándome.

 

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