EL GOLFO Y LA LETRADA
Ruth González PoncelaAquella mañana tenía una conciliación en la audiencia y un suceso insólito hizo que llegase tarde. Llevaba poco tiempo residiendo en la zona y apenas conocía a los vecinos. Por lo tanto era imposible que nadie conociese mi profesión de abogada. Justo al salir de casa, escuché que alguien golpeaba la puerta del jardín. Me asomé con curiosidad y allí estaba pidiendo auxilio con los ojos desencajados. Comprendí que algo grave le había sucedido y decidí que lo más idóneo sería emprender una investigación sin levantar la más mínima sospecha entre el vecindario. Ciertamente sobraban las palabras pero si su sexto sentido le había traído hasta mí, mi obligación moral era descubrir al culpable de su padecimiento y llevarlo ante el juez. Lo segundo fue postularme para su adopción. Imagino que a «Golfo» le pareció lícito este hecho porque desde entonces es el feliz guardián de mi hogar.
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Bonito nombre para un can, aunque me recuerda a un famoso «vagabundo» del criadero Disney.
Por desgracia, refleja una terrible realidad que, al parecer, ocurre casi todos los veranos: el número de animales abandonados crece sin techo, y los pobres se quedan tirados en la calle, precisamente sin eso, sin techo.
Bonita historia con final feliz para Golfo y para ti.
Un abrazo.