Imagen de perfilMatar a un ruiseñor

Irene Brezmes Diez 

Subido a la copa de un árbol, en las afueras de Kinsasa, pienso en Atticus Finch: él me inspiró la vocación desde niño, pero con el tiempo, descubrí que mi naturaleza -como la del cinematográfico ave- era inquieta y migrante. Ni la alianza del dedo, ni la rutina del despacho estaban hechas para mí, ni -lo más decepcionante- la americana me sentaba tan bien como al maldito Gregory Peck.

Decidí cambiarla por una camiseta y comencé a viajar, ejerciendo de asesor jurídico para sufragar mis gastos. Colaboré, por solidaridad, con varias ONG y junto a otros abogados nómadas, fundé una organización orientada al apoyo mutuo, a fortalecer nuestros lazos, intercambiar información sobre legislaciones de diferentes países y a cooperar en nuestras tareas.

Ahora, huyendo del grupo de matones que un cacique local ha contratado para abatirme, me pregunto cuándo dejarán algunos hombres de intentar matar a un ruiseñor…

Y silbo.

 

+4

 

Queremos saber tu opinión

4 comentarios