Cada uno en su sitio
Gabriel Pérez Martínez · MálagaRecuerdo nítidamente esa tarde de calor que se diluyó en un temporal de rayos. Sonó el teléfono. “Soy yo. Estoy detenido. Me acusan de haber asesinado a López Hierro. Tienes que ayudarme”. Hacía más de cinco años que no veía a mi hermano. Sabía que vivía en un edificio derruido con otros indigentes desde que López Hierro lo dejó sin trabajo, escribiendo los primeros renglones de su infortunio. En ese tiempo, mi hermano había repudiado a su familia, por eso me extrañó que me llamara a mí y no a otro abogado. Fui a comisaría. Le llevé un neceser con espuma de afeitar y maquinillas más ropa limpia. Hablamos y acepté su defensa.
En el juicio, varios testigos lo identificaron. “Declaro al encausado, culpable”, sentenció el juez. Un día antes de ingresar en prisión, le hice una visita. No podía permitir que un inocente entrara en mi lugar. Somos gemelos.
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Enhorabuena!!!
Fantástico!!!
Un saludo
¡Muchísimas gracias, María Dolores!
No sabía que lo habían publicado.
¡Saludos!
Enhorabuena, me ha gustado mucho tu relato. Te mando mi voto y un saludo.
¡Muchas gracias, Carmen!
Acabo de leer tus «Vacaciones fugaces» y me gusta. Te he votado.
¡Saludos y suerte!
Si algo me gusta en las novelas ( también en los micros) además del estilo, es el giro inesperado. Y tu final es sorprendente. Bien escrito. Mucha suerte
Muchas gracias, Ángel.
Tu comentario es un soplo de aire para seguir escribiendo.
Aprovecho para decirte que valoro mucho la ironía y el sentido del humor en los relatos, y tu «Contrato matrimonial» va bien surtido. Felicidades.
Mucha suerte para ti también.
Está claro que hubo testigos porque nadie duda de tus buenas capacidades como abogado criminalista.
Mucha suerte, Gabriel.
Muchas gracias, Margarita.
Tú vas por delante, te lo aseguro.
Un beso y mucha suerte.
Un voto para ese gemelo.
Muchas gracias, Lorenzo.
Un abrazo, crack.