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Eva María Cardona Guasch 

Cuando empezó a ejercer creyó que cada caso era como una de aquellas comedias de situación a las que era aficionada. De aquellas sin pretensiones, con trama de enredo y final tan previsible como feliz. Normal, en el bufete le encargaban los asuntos sencillos, fáciles de ganar. Encajaba en el papel de heroína televisiva: guapa, percha de modelo, tez morena, ojos claros y con desparpajo. Pronto se hizo cargo de pleitos más complejos. El reto le pareció similar a interpretar un guión elaborado, algo incierto, con toques de intriga. Y final feliz porque aún le confiaban litigios ganadores exclusivamente. Pero llegó un día en que comprendió que los pleitos también pueden asemejarse a los dramas cotidianos, con personajes desventurados y finales imprevistos, imprevisibles e indeseados. La Justicia es una gran guionista. Y lo más duro fue aprenderlo al defender, infructuosamente, al cliente al que más deseaba complacer: su padre.

 

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