Poena mortis
Lita Rivas FolgarCuando la vi, se me cayó el alma a los pies. La mujer, que solicitaba mis servicios como abogada, era apenas una sombra de lo que había sido, hacía tan sólo quince años. Entonces era una jovencita guapísima, cuya única pretensión era ser modelo, y a la que la naturaleza había obsequiado con un increíble despliegue de atributos. Inició una carrera fulgurante, pero el tiempo inmisericorde y la juventud pujante de nuevas competidoras la fue desplazando. Sucumbió a la desesperación: barbitúricos, anfetaminas…Y entonces conoció a un tipo que aprovechó su dependencia para someterla, como se hace con un loro en una percha.
Ahora estaba ante mí, por un cargo de tráfico de drogas. Acabé morena de flexo, intentado conseguir una sentencia beneficiosa. Mi empeño no sirvió de nada. Al poco tiempo se suicidó con una dosis letal de barbitúricos. Era mi hermana.