Tres son multitud
Manuel Nevado GómezCuando Irene entró en la sala, encontró a su abogado muy nervioso, organizando sus papeles sobrepasado. «No te preocupes, cuñada», le susurro Carlos, «va a presidir el juicio un buen amigo».
Primero, la fiscal describió fríamente cómo Irene había acabado con la vida de su marido. A medida que aparecían los detalles más escabrosos, el rostro de esta reflejaba el bochorno por el que estaba pasando. «Según nuestro Código Penal, no saldrá antes de veinte años», sentenció la abogada.
Llegó el turno de su defensor. «Seguro que intenta sumergir al juez en sus brillantes argumentos», pensó Irene. Sin embargo, este informó de que no realizaría ningún alegato. Lo miró alarmada. Se dio cuenta entonces de que la oratoria con la que su cuñado la había seducido había sido fingida. Carlos la convenció para que asesinara a su hermano, convirtiéndola así en viuda y a él en heredero único.