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Laura Sotelo 

Le encontré en el umbral de la desnutrición, desfallecido y hambriento. Le alimenté y dejé que durmiera entre mi colección de peluches. Llevaba dos días en casa y su compañía empezaba a resultarme agradable, así que que empecé a plantearme la adopción. Hasta que llegó el repartidor de Amazon dando voces y aporreando la puerta. Y aquí estoy, en el juzgado. De nada sirvieron las alegaciones de mi abogado. El repartidor se presentó con una pierna vendada, debido a los mordiscos y exige una indemnización y que pague los gastos médicos.
Me va a salir caro el chucho. Pero el pobre sólo quería proteger a quien le salvó la vida.

 

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