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Ana Isabel Rodríguez Vázquez 

Crecí bajo la batuta de un padre autoritario.
Sus insultos y menosprecios fueron la banda sonora de mi adolescencia.
Me obligaba a raparme la cabeza y a asistir a repulsivas cacerías con sus amigotes.
-A ver si te haces un hombre y te dejas de mariconadas. Solía decirme.
Sus desmanes me convirtieron en beneficiario de la incondicional protección de mi madre, que salía en mi defensa cuando la situación se tornaba insoportable.
Buscó orientación profesional y trató de fortalecer mi carácter vulnerable. Mientras él se avergonzaba de mi existencia.
Ni siquiera estuvo presente el día que me gradué «cum laude» en Derecho Internacional.
Mi madre se sentó en primera fila. Decidida, orgullosa, sin importarle lo que la gente pudiera pensar.
Años mas tarde, cuando abrí mis propio despacho, ella misma colocó en la puerta un rótulo con mi nuevo nombre:
Ángela Galán. Abogada.

 

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