Imagen de perfilCON LAS BOTAS PUESTAS

ANA Mª GARCÍA YUSTE 

Nunca creí que me jubilara. Uno se hace mayor pensando en lo lejano que queda llegar a viejo. Cómo los entiendo ahora, cuando venían a mi despacho en busca de orientación, vulnerables, con sus bastones remendados y la soledad a su lado; con fotos de unos hijos que de niños sonreían y ahora los dejan abandonados. Necesitaban mi defensa; se la di, pero aun siendo profesional jamás pude evitar sentir pena por asistir a juicios donde una sola familia se sentaba en dos bandos. Ahí nadie perdía ni ganaba; todos perjudicados, todos beneficiarios. Ahora soy yo el viejo. Me pregunto si alguien entiende lo que pienso, que aunque anciano y retirado jamás haya dejado de ser letrado. Miro mis manos, tan arrugadas como mis códigos y legajos, y siento orgullo de haber plegado mi piel junto a ellos con el tiempo.
Me llamo Luis, tengo ochenta años y soy abogado.

 

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