Púrpura azulado
Elina KerelezovaLe dijo que la felicidad era sumergirse en el púrpura azulado de su mirada. No le besó, ni le contó su amor; ni le pidió nada, tampoco le prometió todo. Sólo le miró, reflejándose en sus ojos. Pero ella lo supo: le quería.
También sabía que se había acabado la tortura: mañana le iban a declarar inocente. A ella el veredicto no le iba a sorprender. Lo tenía más claro que el agua. El hecho de haberle defendido con tanto fervor le hacía sentirse segura. El atardecer púrpura les envolvía con promesas de tranquilidad…
Unos meses más tarde, el día del amanecer gris empezó como cualquier otro. Él le dio su beso matinal antes de dirigirse al colegio donde trabajaba. No le vio nunca más. Ni le llamó, tampoco le buscó. Sólo a veces, al apretar sus ojos púrpura apagado, se preguntaba cuál era el color del engaño.