Imagen de perfilLa revolución de los desdentados

Vanesa Granada 

A mis 73 años estaba harta de sufrir la tortura de llevar dentadura postiza. Así que, exprimiendo mi pensión y dejando en los huesos a la nevera, acudí a una clínica dental ‘low cost’ que anunciaba milagros odontológicos en su publicidad. Un engaño. Pagué, me implantaron un armazón metálico en las encías y me dieron cita para colocarme los dientes en esta estructura tan horrenda que mi nietecito dice que parezco un robot. Pero la cadena dental cerró de repente y nos dejó tirados a todos los clientes sin poder comer casi nada, migajas de pan y agua. Por suerte el colegio de abogados me ha conseguido un letrado de oficio para declarar en el pleito. Y sigo luchando por mis dientes: hoy he venido a Madrid y ahora, junto a cientos de desdentados, estoy en una manifestación con una pancarta en mano: «Por nuestras muelas que vais a juicio».

 

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