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Francisco Perelló Coderch 

Despertador. Salto de la cama. “Corre, a la ducha y a preparar desayunos”. Despierto a los niños. Salgo del baño. Resbalo en el suelo húmedo y mi pie impacta con el zócalo. Dolor. Pero no hay tiempo. Falta la merienda. Bocadillo para él y rebanada de pan con nocilla para ella. “Cuidado no me deje el informe.” Lo dejo al lado de las meriendas. Me visto. “¡Qué calor! Ya vuelvo a sudar!”. Vamos tarde. Las meriendas en las mochilas y la consulta legal en la cartera. Salimos de casa. Atasco, como siempre. Doy un rodeo para llegar antes al colegio. Conseguido. Sigo corriendo. La visita viene en diez minutos. Aparco, mal, pero por fin en el despacho. El cliente espera. Apretón de manos. Abro la cartera. “Aquí está el informe”. Y saco un bocadillo de la cartera. Nos miramos sin saber qué decir. “Jurista y padre, qué complicado”, pienso.

 

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