LA ULTIMA PALABRA
FERNANDO VALLADARES RODRIGUEZLa tarima del estrado se acaba de convertir en un abismo que amenaza con tragarme. Hora y media de juicio. Testigos hábilmente interrogados, el forense dando un largo, demasiado largo, rodeo a la cuestión y los policías, nada convincentes. Además, por qué no decirlo, mi informe final ha sido, más que casa, una catedral levantada con palabras por un buen jurista sobre los sólidos pilares de una jurisprudencia muy, muy trabajada. Y, cuando ya podía ver el fallo absolutorio, la mirada que adivino aviesa del fiscal me dice que hasta aquí, amigo, buen intento, la rebanada va a caer del lado de la mantequilla. «Levántese» –ha dicho el juez a mi cliente- «¿Quiere añadir algo a lo que acaba de decir su abogado?» Y aunque su mirada me consulta, mi expresión aterrada no le detiene y una pausa, terrible, ominosa, precede al desastre: «pues mire, sí, señoría, yo quiero decir»…