Saga familiar

Isabel Rodríguez Madrid · Córdoba 

Yo pude perdonarle que llegara tarde el día de nuestra boda por defender a un pelagatos en el turno de oficio. Y que no estuviera presente en el paritorio el día que tu naciste, bien que me lo reprocho, “a quien se le ocurre ponerse de parto a la misma hora que él pronunciaba el alegato final”. Nunca llegaré a entender las malditas coincidencias, siempre que quedamos a cenar con los amigos tiene que marcharse urgentemente por la detención de algún pez gordo. Además están las palabrotas carcelarias que no deja de pronunciar cada vez que anuncio que vienen los abuelos a visitarnos. Pero lo que no puedo resistir es su pavoneo, ni su mirada de orgullo al saber que vas a seguir sus pasos. Estás en primero de derecho y él ya te imagina a su lado en el tribunal con la toga y el birrete.

 

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