El converso

Iván Preciado Pérez · Madrid 

Tras su primera palabrota y su primer cigarrillo de marihuana había mantenido un historial impoluto. Nueve y medio en la Selectividad y birrete al aire siendo el mejor de su promoción en la facultad de Derecho, una multitudinaria boda y dos pequeños vástagos en camino. Fue entonces cuando ocurrió. Era la primera noche fría del otoño, llevaba lloviznando varias horas, la Policía Nacional llamaba a su puerta y su vergüenza era tal que no podía levantar la cabeza del suelo. La detención congregó a todo el vecindario del lujoso barrio y la deshonra se marcó a fuego en su frente. Esa noche no pudo conciliar el sueño. “Venga chaval, que no es ‘pa’ tanto” le dijo su nuevo amigo del calabozo. Él asintió con la cabeza, no por empatía sino por miedo a ese hombre. Por el camino no sólo había perdido la decencia, sino también el orgullo.

 

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