Tempestad

Pablo Marquevichi · Buenos Aires (Argentina) 

El huracán se había ido. Destrozó todo el calor de hogar en minutos. Algún vecino habría llamado a la policía. Otra vez. Sufrir la tempestuosa ira no sería el fin. Lo sabía. Pronto llegarían los oficiales a redactar el informe. Igual que una vergonzosa resaca después de una horrenda noche. Miró a su alrededor los despojos de la tormenta: Un bocata en el piso, la sala desarreglada, el sofá manchado, la maqueta que Juaquinito tenia que llevar a la escuela arruinada. Mejor acomodar todo antes de que lleguen. Con las piernas aun temblorosas quiso incorporarse. Sentía que eran de plomo. Sentía que el aire se le trasformaba en arena en su nariz. Raspando su garganta. Arañandole los pulmones. Desgarrando el corazón. Tenia que arreglar todo antes de que lleguen, porque ellos no entendían. No entendían que la condena había caído sobre ella con un simple “Si, quiero”.

 

0 Votos

 

Queremos saber tu opinión