Julio sin guarderías

Juan Naranjo García · Madrid 

El bebé, sentado junto a la tribuna con el cubo y la pala con los que solía jugar en la arena, miraba fijamente a su madre. “Vigílemelo, no se vaya a hacer daño” instó la jueza al guarda jurado. Bien, tras leer el informe final todo estaba listo para la condena, “al asesino de la maqueta, que sean veinte años”. Y el bebé, asido a la pernera de su cuidador, protestó “¡Gá!”. “Pues que sean treinta años”, prosiguió la jueza mirando tiernamente a su hijo. “¡Gá!” insistió para terrible asombro del acusado. “Mejor que sean cuarenta” y aporreó el mazo para poner orden en la sala y dar por terminada la sesión. El bebé comenzó a dar chillidos de felicidad dejando entrever sus dos primeros dientes mientras que el reo, dirigiéndose a prisión, miraba perplejo a la jueza y la pedía una explicación. “Es que en Julio no hay guarderías”.

 

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