Códigos invisibles

Diego Isaza Díaz · Medellín (Colombia) 

Como abogado no esperaba nunca verme ante el riesgo inminente de la cárcel. Es cierto que el arma la encontraron en la arena del patio. Además no era poca la sangre que había en las hojas: la del cuchillo y la del informe. ¡Y cómo negar la discusión que tuve en la sala con mi compañera y socia, cómo negar que hasta le alcé la mano! Demasiados testigos bien podrían decir lo contrario, desde la calle se veía mi ira, cierto es también que la maqueta en la que estudiábamos el crimen la destruí de un golpe, pero ¿quién la vio a ella agarrar el cuchillo y perseguirme?, salvo yo, ¡nadie! Y si le sumo a eso mi fama de loco ¡Y ella con sus créditos de santa! ¿Qué esperar? Ella por herirme terminó hiriéndose y sin querer cayó del balcón al pavimento. Viudo ahora, acorralado, espero la condena.

 

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