Un gran orador

Juan Manuel Ruiz de Erenchun · Barcelona 

Cuando llegó mi turno de réplica, no podía articular palabra. Era mi primera Vista oral como abogado y me encontraba muy nervioso. Las gotas de sudor se paseaban impunemente entre mis mejillas, mientras las manos se movían inquietas buscando invisibles notas en el dosier. “Letrado” -me dijo inquisitivamente el Juez- “más vale oficio que beneficio”. Yo intentaba pronunciar alguna frase en defensa del cliente, pero mi garganta se negaba a emitir sonidos. “Letrado” –repitió de nuevo el magistrado- “la justicia debe ser firme pero también contempla el perdón”. Sonreí desesperado, mi código penal parecía más voluminoso que cien tomos de la enciclopedia universal. “Letrado” –exclamó su Señoría mientras abandonaba el estrado- “brillante silencio, doy por finalizado su informe”. Semanas después, cuando recibimos la sentencia absolutoria, fui felicitado personalmente por el director del bufete: “Un cliente contento es la mejor publicidad gratuita. Con su locuacidad le auguro un espectacular futuro profesional”.

 

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