Siniestralidad laboral

Eduardo Gómara Castelar · Madrid 

La Fiscal me contó lo que no constaba en el sumario: que sólo se oía la lluvia contra el tejado de uralita, que cuando la madre llegó soltó su bolso y corrió hacia el hijo muerto, laminado por la carga que le cayó encima y que su grito de dolor, desgarrador y primario, recorrió toda la nave. ¿En qué baremo entraban los corazones de madre rotos? En la vista, el abogado del patrón alegó que su cliente era un buen ciudadano, que ni por asomo pudo jamás azuzar a los empleados a cumplir con los pedidos aun a riesgo de incumplir las normas, que de hecho, le había formulado una consulta, por medio telemático, en la que le manifiestaba su preocupación por la seguridad ahora que tenían mucho trabajo. El correo nunca se pudo aportar. El chico tenía veintidós años, una novia, una madre, una vida.

 

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