EL PAYASO

Yolanda Nava Miguélez · León 

Tenía la cuenta en números rojos y era casi fin de mes, así que, se olvidó de sus escrúpulos, marcó el teléfono y aceptó la oferta pensando en el talón que llenaría su nevera. Con una enorme peluca multicolor en la cabeza y el pantalón por encima del tobillo, no encontró rastro del abogado que era, qué sencillo había sido cargárselo –pensó-; para animarse se repitió que era algo temporal, pronto estaría otra vez en el bufete, licitando a favor de importantes clientes, con jugosas minutas, como antes. Cuando llegó a la fiesta, una niña rubia de ojos azules lo recibió crítica y protestona: “abuelo, abuelo, no me gusta este payaso, no parece de verdad”, el abuelo se acercó, examinándolo como se examina una valiosa antigüedad, lo olisqueó, y le susurró con disimulo: “Vázquez, quiero a estos niños felices, o no volverá a trabajar en el bufete”.

 

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