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Mª Teresa Sol Martorell 

Acabo de abrir mi despacho en una pequeña comunidad de vecinos. Un señor sonriente y de mirada afable, me saludó cuando colocaba en mi puerta un rótulo con la palabra ABOGADA.
Seguidamente recibí la convocatoria de la Junta, incluyendo en el Orden del día, varias elecciones, la de la nueva Junta rectora, y presupuestos para obras.
Esta convocatoria me pareció un buen momento para presentarme. Los vecinos parecieron muy contentos de que una abogada se hubiera instalado en su escalera.
En la elección del Presidente, sentí que todos se fijaban en mí, y yo orgullosamente me presente voluntaria para el cargo.
Nunca pensé verme implicada en tanto litigio entre mis vecinos, y tener que pactar soluciones tan pintorescas como determinar el olor del ambientador del ascensor.
Solo me consuela la cercanía de las vacaciones, y dentro de mi cabeza resuenan las palabras de mi madre: “Voluntaria ni para comer”.

 

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