Imagen de perfilUn pequeño símbolo

Carmen LLopis Fabra 

Esa mañana me llegó un caso nuevo. Trataba de un vertido ilegal de agua contaminada en un humedal conocido. Mi recuerdo del lugar, al que de pequeño había ido de pesca, distaba mucho de lo que encontré en la inspección ocular. Un manto de peces muertos se extendía a mi alrededor. Con lágrimas en los ojos volví a mi despacho y me puse a preparar la demanda contra la empresa causante de tal desaguisado. Conservar la calma resultaba difícil y más cuando inconscientemente relacionaba ese lugar con una infancia feliz. El día del juicio el abogado contrario bajó avergonzado su mirada al cruzarla conmigo, era el hijo del dueño de la empresa y unos de los chavales con los que yo pescaba. Se acercó al estrado con un pez dorado de plástico y lo puso delante del Juez. Con ese gesto infantil, simbólicamente reconocía el daño causado y pedía perdón.

 

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