Anatomía de un magistrado
Marta Trutxuelo GarcíaAl marcar aquella casilla mi vida daría un giro radical, suponía la expulsión de ese virus que mi familia consideraba la vocación que me hubiera apartado de nuestra estirpe de letrados. Durante la carrera hice análisis de cada pieza del esqueleto formado por el corpus judicial a través del estudio de interminables tratados sobre leyes. Obtuve el título de doctor y comencé a atender las consultas de mis clientes: diseccionaba cada informe, mis argumentaciones eran incisivas como un bisturí, todos los culpables sufrían la amputación de parte de su libertad… Apelar a mis diagnósticos era una operación insalubre para los letrados, tanto como descifrar los escritos de mi puño y letra. Desde que me recibí en la especialidad de juez adjunto, visto una toga blanca en honor a mi extirpada vocación, y en mi juzgado esterilizado, cierro todas mis intervenciones con un sonoro: «Hora de la sentencia…».