Imagen de perfilA flor de piel

Calamanda Nevado Cerro 

Lorena, la jueza radical, así la llaman los medios, no defendía corruptos. Ni fingía por ellos. Rechazaba sus invitaciones a fiestas y comidas. Su sentido del honor elevaba su autoestima y su sonora carrera. Nunca cedió al descanso si debía conseguir la expulsión por corruptela de importantes hombres de negocios.
Algunos sujetos, con cara de pocos amigos, no destapó quienes, escudándose tras el anonimato la acorralaron públicamente dispuestos a intimidarla. Ella forcejeaba con aquellos metro ochenta mirándolos de arriba abajo como si se tratara de objetos, esgrimiendo sus mejores defensas.
Ahora se levanta cansada, y tras apelar a las fuerzas divinas, consulta sus tratamientos y su agenda: una montaña rusa de anotaciones. Se cala la peluca hasta las cejas, cierra su chaleco antibalas, se ajusta la pierna ortopédica y pone su moto en marcha. Entra al juzgado entre fogonazos de flashes, y se obliga a atender gratis todos los despidos improcedentes.

 

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