Vocación irrevocable

Isabel Rodríguez Madrid · Córdoba 

Por encima de mi cadáver, gritaba mi padre. ¿Cuándo se ha visto en nuestra familia un picapleitos, con la alergia de todo el clan a la jurisprudencia? Mi madre lloraba desconsoladamente semi-escondida detrás de la puerta del salón. El bisabuelo, desde la profundidad de la fotografía que presidia la estancia, clavaba sus ojos en mí y fruncía el ceño atónito, “si, esa instantánea que le hicieron vestido de soldado cuando volvió de la guerra de Cuba.” El novio de mi hermana testigo mudo de la situación nos observaba sin atreverse a decir esta boca es mía. Mientras, el tío Manolo terminaba de redactar el escrito que yo tenía que firmar, la declaración jurada de no seguir con mis estudios. Al final acepte lo inevitable y hoy dirijo la mayor red de corrupción y extorsión en Europa, mientras a escondidas termino la carrera de Derecho que empecé hace veinte años.

 

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