Lolita Usher

Claudia Munaiz · Madrid 

Fue el ama de llaves de los Usher, Margareta Calligan, la primera en prestar declaración ante un público expectante y decenas de reporteros que tomaban notas por escrito. Con un rostro octogenario, aquejado por una extraña alergia cutánea y una voz atormentada por los terribles acontecimientos de aquella noche, la testigo relató: “Yo esperaba en la antesala para servir los postres. En ese instante, todos supieron que jamás volverían a verse. La señora Usher tiró la copa y observó a su marido que apartaba su plato con horror. El reverendo Moore se santiguó y Lady Elisabeth se desvaneció. El viejo soldado Usher le guiñó un ojo a su nieta y exclamó: “»¿Verdad que le da un sabor agridulce al pavo? ¡Feliz Navidad, familia!». Después miró a la pequeña y dijo: “Tú tranquila, cielo, que a ti no te he echado”. “Ya lo sé”, contestó ella, “pero yo a ti sí”.

 

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