La barca

Carlos Moro Valero · Boadilla del Monte (Madrid) 

Mi padre, mi abuelo y, según tengo entendido, mi bisabuelo, eran pescadores. De hecho, los dos primeros desaparecieron en la mar. Fue mi progenitor el que anheló que su pequeño rompiera la tradición y albergara el sueño de un futuro en seco. Así consiguió que me enrolara en la carrera de Derecho. La carcomida barca familiar fue testigo de cada asignatura, de cada repaso. Siendo nuestra barca y, por ende la mar, el talismán de este soldado del estudio, no tardé en coger alergia a la tierra. Hoy, como fiscal, medito cada declaración, cada escrito en nuestra barca. Cuando la mar está picada, no puedo negar una mayor beligerancia en mis acusaciones, por contra, si se levanta en calma, intento ser benevolente. Soy lo que mi padre me susurró: “Hombre de mar, hombre de ley”.

 

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