Enfermedad profesional

Pedro Alonso-Basurto Castro · Madrid 

De niño yo quería ser soldado. Uno de esos que llevan la pechera izquierda del uniforme plagada de insignias y banderitas de colores, pero mi padre y la tradición familiar se empeñaron en que fuera abogado. Como tal, no soy ni malo ni bueno, lo que quiere decir que soy mediocre. Además tengo una característica que hace un tanto incómoda mi profesión. Cuando leo un escrito jurídico, tomo declaración a un testigo o simplemente me pongo la toga, un intensísimo picor invade mi cuerpo. ¿Se imaginan la escena? Yo, en medio de la sala delante del tribunal ¡rascándome como un mono! Soy el primer caso en el mundo de “advocatusis” y mi alergia me ha hecho famoso. Como letrado sigo siendo mediocre, pero como enfermo…soy único.

 

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