Creo que merezco

Alejandro Juncosa Delgado · Madrid 

Conocía su alergia a los abogados jóvenes. ¡Cómo ignorarla! Se habían escrito páginas y páginas sobre su animadversión hacia todo lo fresco, lo improvisado. Mientras el ascensor alcanzaba la planta noble del edificio, notó el sudor de sus manos. Cada vez más pequeñas. ¿El soldado raso frente al general? Era un pase directo al paredón. Sus veintipocos años pisaron las apolilladas alfombras. Flanqueó la barra de atareadas secretarias. Y entró en el imponente despacho, con el retrato del fundador como único testigo. Tomó aire antes de soltar su declaración de guerra. Cuando le pidió al socio del despacho el aumento de sueldo, éste le despidió fulminantemente.

 

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