SU DELITO, MI OPORTUNIDAD

IÑAKI LANGA ROCHA · BILBAO 

Celebrábamos mi renovación en una empresa de Defensa Jurídica. No se colmaban mis legítimas aspiraciones profesionales pero sí lo suficiente como para seguir de fiesta cuando los demás se marcharon. Entonces la conocí. Aunque era su despedida de soltera, estaba algo achispada y solo buscaba diversión, supe enseguida que era la mujer de mi vida. “Voy al coche un momento, ahora vuelvo”, me susurró insinuante. Un mensaje del Jefe me hizo la pascua: el compañero del servicio “Asistencia 24 horas” había enfermado repentinamente. Debía sustituirle ya, sin poder despedirme. Horas después llamó la Ertzaintza. Tenían una persona detenida en el control de alcoholemia instalado en el desvío de la autopista. Una cláusula de su contrato con nuestra compañía incluía abogado en su declaración. Al verla otra vez, desapareció el cansancio de esa intensa noche de vigilia. Hice mi trabajo y quedó en libertad a tiempo para casarse… conmigo.

 

 

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