Erizo de vocación

Laura López Aurrecoechea · Mungia Vizcaya 

En mi casa no existía la calma tras la tormenta. No había ojo en aquel huracán de discusiones. No es que mis padres no se quisieran; supongo que la discusión era una actividad que disfrutaban en pareja. Sin embargo, la cosa jamás estaba igualada. Mi padre se ahogaba a sí mismo en un mar de excusas sin sentido, mientras mi madre le hundía aún más a base de esgrimir sus argumentos de peso. El resultado era siempre el mismo: Desistimiento por parte de mi padre. La única manera de no asumir otra derrota más. Era como ver a un perro ensañarse con un erizo. Ella dejaba que él se retirara a lamerse las heridas, y volvía a su trajín en la cocina. Al observar esto, decidí que de mayor sería erizo; como Mamá. Y así fue. Actualmente soy abogado; quien intenta morderme, se retira con la cara llena de púas.

 

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