BRUJO JURíDICO

ADELA RAMOS CONTIOSO · SEVILLA 

Siempre me pregunté por qué a aquel abogado enjuto y delgadísimo, con aspecto de vaquero anoréxico y una brizna de paja en los labios como Lucky Luke lo llamaban El brujo. Su fama, en fin, era que no ingería comida alguna desde su colegiación y que no se permitía la más mínima desobediencia a su ayuno estricto. Una noche, encaramada sobre una escalera y asomada a la ventana de su solitario y fantasmagórico despacho profesional, descubrí a la luz de un flexo mortecino el misterio. Las páginas amarillentas de los antiguos tomos de Aranzadi constituían su único alimento.

 

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