Imagen de perfilHASTA EL CONO

Miguel Ángel García Rodríguez 

Todos me conocen como eñe. Llevo un gran peso sobre mis hombros, no sólo debido al trazo que me adorna, sino como máxima representante de un idioma hablado por millones de personas. Por desgracia, me siento ninguneada por el resto.
Sin mí habría problemas de comunicación, pues desear feliz año no implica poder sentarse sin sufrir, que alguien acune monedas se trataría de un acto de locura o soñar ya no sería lo mismo.
Contraté a un buen abogado, que ya había llevado causas como el maltrato de la hache en las escuelas, y llevé mi caso al Congreso, donde se llegó a debatir sobre si se me debería proteger. Por fortuna, se produjo algún acuerdo para brindarme cierto amparo legal.
El resto de mis hermanas no entienden mi desesperación, pero cosas como estar arrinconada o desaparecida en un teclado, hacen que una acabe hasta el cono.

 

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